lunes, 15 de junio de 2009

El Juego como instrumento de Socializacion

Resulta muy difícil dar una definición de lo que es el juego, dada la variedad de actividades, destrezas, de situaciones y protagonistas implicados, por lo que a menudo se opta por describir sus características más comunes. Por ejemplo, Lianza (1997) señala como típico del juego el hecho de estar regido por una evidente motivación intrínseca, es espontáneo y voluntario, es una actividad que produce placer y en la que hay un predominio de los medios sobre los fines, de manera que jugar se convierte en una meta en sí misma en la que el niño o la niña experimentan con conductas complejas sin la presión de tener que alcanzar un objetivo. Según Lianza y por añadir otras características más, podemos decir que el juego es libre, placentero, pues cada niño y niña siente una sensación de libertad, de atreverse a hacer lo que quiera sin sentirse con la responsabilidad de hacerlo bien, de estar cumpliendo con una obligación (como dice Eugen Fink, “ el juego es un oasis de dicha en el desierto de la vida considerada seria”); reglamentado; separado, pues es una acción que termina en sí misma; incierto, ya que es único e irrepetible, porque nunca se va a desarrollar igual; improductivo, dado que no se persigue obtener un producto ajeno al mismo; segunda realidad: en el juego hay una conciencia de realidad segunda o irrealidad en relación a la vida ordinaria, “somos otra cosa”, “hacemos otra cosa”, rodeando todo de un misterio, un secreto que sólo las personas que juegan compartirán.

Con lo planteado en un principio, podríamos definir el juego como una actividad que se caracteriza por tratar las ideas, objetos o materiales de forma diferentes a la convencional. Las personas eligen a qué y cómo jugar, persiguiendo este único fin. Es una práctica que conlleva intensidad, aislamiento de la realidad, evasión temporal y, en definitiva, libertad y placer.

Además de su definición, otra tarea compleja a la que se enfrentan los estudiosos del juego es su clasificación. Un sistema de clasificación bastante común entre los expertos es diferenciarlos bien por el tema, o por la madurez social de las destrezas implicadas. En cuanto al primero podemos encontrar juego sensorial (manipular objetos, golpear), con movimiento (correr, saltar), simbólico (usar la mano como si fuera un plato del que se toma la comida), juego rudo-desordenado (simular peleas), juego verbal, sociodramático, etc. El sistema de clasificación basado en la madurez social podemos encontrar juego solitario, espectador, paralelo, asociativo ( interactuar compartiendo juguetes, intercambiando materiales y cada uno siguiendo la iniciativa del otro, pero sin adoptar distintos papeles ni cooperar para lograr una meta) y cooperativo (coordinar esfuerzos para lograr metas comunes, repartiéndose papeles y colaborando para el objetivo final).

Son múltiples las potencialidades y funciones que cumplen estos diferentes tipos de juego en el desarrollo de la niña y el niño. En su vertiente más individual, el juego estimula una gran variedad de actividades mentales como el lenguaje, la memoria, el razonamiento, la imaginación, la creatividad y la creatividad. En su vertiente más social, como el juego de dramatización o el juego de roles, contribuyen a desarrollar habilidades sociocognitivas de los niños, así como a ampliar su conocimiento del mundo social.

Por ejemplificar e ilustrar mejor lo expuesto, vamos hacer referencia a un estudio de Jesús Palacios (1999) donde trata, entre otros, tres tipos de juego: el sensorial, el rudo-desordenado y el sociodramático. A través del juego sensorial-manipulativo, niños y niñas aprenden las propiedades que caracterizan a los objetos y las leyes que los gobiernan, al tiempo que se estimula su creatividad y se afirma un sentimiento de seguridad, de confianza y de dominio sobre el entorno. Por otro lado, el juego rudo, desordenado ayuda a los niños y niñas a descargar energía, lo que para algunos – sobre todo si tienen un elevado nivel de actividad- es una necesidad; además, a través de esta modalidad lúdica aprenden a controlar sentimientos e impulsos, a diferenciar entre lo real y lo que se aparenta y a consolidar el sentimiento de filiación social y de cooperación. Por último, a través del juego sociodramático, niños y niñas ejercitan la simulación y se proyectan entre otras personalidades, lo que enriquece su conocimiento social y les permite actuar y experimentar en el mundo de los adultos imitando sus roles sin necesidad de exponerse a las consecuencias físicas, sociales, emocionales o económicas que se sucederían si lo realizaran en la realidad; al mismo tiempo, les ayuda a expresar sentimientos intensos, a resolver conflictos y a integrarlos entre las cosas que ya sabe ( por ejemplo, es típico a estas edades que les asusten las inyecciones; pues bien, si un niño o niña ha pasado un día por esa experiencia, no es raro que al volver a casa disfrute durante horas poniendo sin parar inyecciones a todos sus muñecos y a su mamá). Este último aspecto convierte al juego en ocasiones en una valiosa herramienta de diagnóstico y de tratamiento psicológico de los más pequeños.

¿Cuál es el papel que va a desempeñar escuela con respecto al juego

Desde la escuela se va a procurar en todo momento fomentar una actividad lúdica que haga favorecer la alegría y ganas de relacionarse, motivando y facilitando el juego en grupo. Para desarrollar esta función, desde el grupo pedagógico no vamos a perder como referencia que el juego debe contribuir a que:

- Las niñas y los niños se conozcan y se sientan pertenecientes e identificados con el grupo de iguales

- Cada niño, cada niña, enriquezca su identidad con estas vivencias lúdicas.

- Cada niña, cada niño, se sienta respetado como persona única y diferente.

- Disfruten de los juegos provenientes de diferentes lugares y niñ@s.

La presencia de personas adultas facilitadoras del juego es especialmente importante en espacios como la escuela, donde las niñas y los niños vana estar juntos mucho tiempo y, por ende, se tienen que relacionar. Si se logra crear un espacio de confianza, libertad y creatividad en el cual las niñas y los niños puedan disfrutar jugando, éstos y éstas trasladarán su forma de relacionarse en paz y armonía a otros espacios de la vida como el vecindario, su casa, la calle, los parques, la ciudad… con lo cual, la convivencia será indudablemente más rica y mejor.

Algunas ideas que no perdemos de vista para que las personas adultas favorezcamos el juego de las niñas y los niños son:

- Apoyar facilitando recursos tanto espaciales, materiales, de tiempo, incluso de compañía para el juego cuando lo reclamen o se considere necesario.

- Tener como referencia que el juego es un derecho

- Participación infantil. Es importante dar a las niñas y los niños el protagonismo que les corresponde, creando un espacio de participación donde propongan, decidan y organicen sus juegos

- Ser un modelo de referencia consecuente con aquello que se propugna. Dejando aflorar la actitud lúdica que todos tenemos.

- Saber reforzar positivamente a las niñas y los niños cuando se atreven a proponer en juego en grupo, cuando deciden un juego entre todos y todas, cuando defienden sus intereses o necesidades en relación con un juego, cuando saben escuchar y san escuchar las propuestas de los demás, cuando deben relativizar “la derrota o el triunfo”, cuando arreglan sus juguetes, cuando juegan indistintamente a juegos “ de niñas o de niños”, cuando se inventan juegos…


Este papel de las personas adultas facilitando el juego infantil, lo podemos realizar siempre que no perdamos de referencia que el juego en sí mismo, el juego espontáneo y libre de las niñas y los niños, tienen un gran valor educativo, al contribuir positivamente al desarrollo de la infancia tanto en su evolución psicoafectiva como en la física y cognitiva.

Sabiendo como sabemos que el juego es la forma más natural que tienen los niños y las niñas para hacer suya la realidad que les rodea y de aprender, éste no debería ser un inquilino ocasional de las escuelas relegado a unas migajas de tiempos y espacios, sino un huésped principal, un propietario que habita cómodamente e una casa, donde los niños y las niñas encuentran espacios, tiempos, materiales y personas adultas dispuestas a favorecer su juego, y que además sirven como referente en su relación con personas de diferentes personas. Como sabemos, a través del juego simbólico, niñas y niños imitan lo que ven, oyen, sienten y, sobre todo, perciben, masticando y digiriendo los mensajes que la realidad siembra en su cabeza y en su corazón. Por eso es tan importante que las relaciones entre las personas adultas que les rodean sean sanas y cordiales. Por eso, desde nuestro proyecto educativo, vamos a favorecer que se dé el conocimiento y la relación entre las familias de los niños y las niñas, y por supuesto, con el resto del grupo pedagógico que compone el proyecto.

Esa comunicación sana y cordial puede impulsarse si el juego ocupa un lugar protagonista en la escuela. Y es que sabemos que el juego es un elemento imprescindible para las relaciones humanas que favorece la interacción, la regulación de conflictos, la comunicación y la cooperación.

Por todo ello, abogamos por una escuela que tenga un espacio suficiente para el juego infantil y como hemos señalado anteriormente, que fomente una actitud lúdica que haga florecer la alegría y las ganas de relacionarse entre sí ls peques.

Marcos, Sevilla, Mayo 2008